Brecht, Freire, Gurdjieff, Rogers: los Beatles de la creatividad
- Marcelo Bertuccio
- 19 may
- 2 Min. de lectura

Hay ideas que no envejecen, porque no se cristalizan. Se mueven, se contradicen, se revisan. La creatividad, cuando no se vuelve eslogan ni mercancía, es una de ellas. Por eso, pensarla desde lo binario, lo vincular, lo colaborativo, permite rescatarla de la trampa individualista y devolverla a su lugar vital: la interdependencia.
En este marco, me propongo, un poco jugando, considerar a Bertolt Brecht, Paulo Freire, Georgi Gurdjieff y Carl Rogers como un cuarteto de notables revolucionarios. Cuatro visiones distintas, complementarias, que no se pueden reducir ni unificar, pero que al resonar juntas producen algo nuevo, inesperado, eficaz y, sobre todo, vivo.
Brecht desenmascara la escena, recuerda que estamos mirando, impugna la identificación pasiva con la ficción y habilita una mirada que, incluso en la emoción, conserva la distancia necesaria para intervenir. El público no es hipnotizado sino implicado. El distanciamiento es un modo de convocar a la participación activa. Y en ese gesto, el teatro deja de ser tanto un espejo para volverse más una herramienta.
Freire politiza el vínculo pedagógico, rechaza el modelo bancario de la educación y propone un aprendizaje dialógico, liberador, en el que el saber circula, se construye, se cuestiona. No se trata de llenar al otro de contenidos, sino de crear un espacio común donde algo nuevo pueda aparecer. La creatividad acá no es un adorno metodológico: es una condición del pensar con otros.
Gurdjieff sacude la comodidad del supuesto yo y vaticina que no podremos hacer nada si no estudiamos lo que somos, trabajando con otros, con tensión, con contradicción. Su mirada no es complaciente. El esfuerzo, la fricción, la incomodidad son necesarios para romper la hipnosis de lo automático. Solo en ese punto puede emerger una acción que no sea mecánica sino propia.
Rogers ofrece autenticidad para desplegarse y no para adaptarse, crea las condiciones necesarias para que el proceso ocurra, para que la persona se abra, explore, se transforme y se descubra a sí misma, en toda su complejidad: la transparencia, la escucha activa y el respeto incondicional.

Los cuatro, cada uno desde su campo, coinciden en que la creatividad no se produce en soledad, ni por acumulación, ni por talento aislado. Que necesita pares, tensiones, vínculos. Y entonces sí se revela todopoderosa para salvarnos de la repetición, del aislamiento, de la estupidez organizada, y trascender lo binario generando vínculos fértiles y transformadores.
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